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| Imagen extraida del sitio: https://psicologiapositivauruguay.com/category/miedo/ |
Nota editorial - Periodico Libre "La Imprenta"
de Cañada de Gómez - Febrero 2017
Por Emanuel N. Soverchia
Cuando éramos niños, el miedo
controlaba nuestras vidas de un modo fantástico: el monstruo en el ropero o de
debajo de la cama, crecía aún más cuando vacilábamos que en cualquier momento aparecería
en la habitación. De la única manera que ese ser siniestro imaginario creciera
y dominara nuestras mentes era a causa de nuestro miedo; pues cuando dejábamos
de temerle, el monstruo moría.
De ese
mismo modo, es el temor que engendran los gobiernos de turno; sólo se alimentan
de quienes le tienen pánico; pero ¿Quiénes son aquellos que le temen a Clerici
y/o a Rasetto? ¿Quiénes sienten pavor por Lifschitz y/o Macri?
El
miedo los hace poderosos; y ese poder impuesto por el miedo, los hace impune.
Pero la impunidad no es culpa únicamente de funcionarios corruptos, sino de la
misma población que permite que esto suceda. Teniendo miedo.
La
democracia se construye con la unidad de todos los ciudadanos; no con el pie
sobre las cabezas de éstos. Los hombres y mujeres de este país, no le debemos
nuestra libertad a los políticos de turno; ni muchos menos a los políticos de
turno corrutos y facinerosos – aunque no todos lo son por supuesto- pero la
mayoría de las personas que apetecen poder lo alcanzan con hechos que están fuera
de la ley.
No hay
bandera que limite nuestra libertad puesto que no hay hombres embanderados en
la esclavitud de otros hombres; por lo que debemos exigirles a nuestros
“representantes” que sólo se limiten a realizar la tarea legítima por la cual
ellos han sido electos y “nosotros hemos elegido”.
No hay
que temer enfrentar a quienes nos roban, nos mientes; a quienes nos abusan, nos
violan, nos maltratan; no debemos tenerle miedo a quienes nos ultrajan y nos
incitan a pelearnos; a quien nos someten o nos esclavizan; no debemos tener
terror de velar por nuestra libertad; porque aunque ustedes no lo crean, esos
cínicos, inmaduros e insolentes que intentan amedrentarnos, solo se alimentan
de nuestra pavura; simplemente porque ellos son los que nos tienen miedo.
No alimentemos al monstruo, ni lo
hagamos crecer; enseñémosle que sabemos cuál su función y cuáles son nuestros
derechos y obligaciones; y si la bestia no quiere entenderlo;
demostrémosle que somos una sociedad
verdadera y exijámosle que vuelva al armario, de dónde provino.
Ya
lo decía el celebré Jean Paul Sartre:
"A
los verdugos se les reconoce siempre. Tienen cara de miedo".




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