Nos adentramos de lleno en un año
electoral, en donde todos sabemos lo que eso significa para los ciudadanos
cañadenses. Las elecciones deberían tener un clima de repatriación y refundación
constante de nuestra democracia; para valernos tácitamente de nuestros valores
soberanos constitucionales. Sin embargo; ese no es el clima que estamos notando
en nuestros conciudadanos. Creemos que es debido a la falta de credibilidad que
depositamos en “nuestros representantes” -ya muy conocidos/siempre los mismos
rostros- postulantes políticos. Todos los comicios tienen las mismas caras;
pero sí, nunca con los mismos colores; porque ya no se votan ideologías ni
acciones, ni siquiera se votan promesas; se votan “rostros que suenan”, con “colores
que gustan”. Dice el famoso refrán: «Es mejor malo conocido, que malo por
conocer…»
Pero,
por supuesto; no todo es tan trágico. Las elecciones nos dan la posibilidad de
reestructurar nuestra sociedad para que la democracia funcione mejor…o al menos
para que funcione de una vez por todas, como su concepto lo explica: «La democracia (el latín tardío democratĭa,
y este del griego δημοκρατία dēmokratía) es una forma de organización social
que atribuye la titularidad del poder al conjunto de la ciudadanía. En sentido
estricto, la democracia es una forma de organización del Estado en la cual las
decisiones colectivas son adoptadas por el pueblo mediante mecanismos de
participación directa o indirecta que confieren legitimidad a sus
representantes. En sentido amplio, democracia es una forma de convivencia
social en la que los miembros son libres e iguales y las relaciones sociales se
establecen de acuerdo a mecanismos contractuales».
Estemos o no de acuerdo con estos valores, la democracia es el sistema adecuado para la sociedad de hoy, aquella que nos debería brindar la libertad, basada en derechos y obligaciones constitucionales; aquellos que aprendimos a recuperar, y que debemos aprender a sostener. Sin caer en la disputa sobre qué tipo de democracia es la más justa; al menos mientras exista la democracia.
No es
lo mismo pertenecer aun país con un gobierno democrático, que ser miembro de un
país con un gobierno que inventa las
reglas de la democracia. Y por supuesto, no es lo mismo un país con ciudadanos
libres que mediante democracia eligen con conciencia y soberanía; que un país
que tenga ciudadanos cooptados y sumisos, por temor e intereses personales, que
solo pueden expresar la frase hacia su
gobierno: “demos gracias”. Pues el gobierno en nombre del Estado no debe
regalarle nada al pueblo; sino que el Estado mediante el gobierno de turno,
debe garantizarle al pueblo la democracia plena y pura. Empezando en primer
lugar para dar garantía a los derechos humanos.
Por
Emanuel N. Soverchia
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