La lluvia y los
fuertes vientos de los últimos días afectaron a las familias de la comunidad que vive en la Reserva Isla Soto. Se desplomaron algunas de las viviendas ubicadas en la orilla del
riacho Soto, que en su mayoría fueron construidas con chapas y paredes de
material o de adobe. Muchas familias perdieron casi todas sus pocas
pertenencias.
Don Florentino
“Toio” Gauna (56), que vive solo en el paraje desde hace más de 45 años, es
oriundo de Empedrado, la mítica ciudad correntina. Su casa, de chapa, cartón y
plástico negro no resistió la embestida. Quedó en la calle. Perdió hasta sus
ropas. El domingo ante pasado, mientras era asistido en un buque sanitario que navegaba en la zona,
sufrió una grave descompensación. Los médicos recomendaron asistencia
domiciliaria, pero Florentino ya no tiene
casa. Se encuentra en una situación
desesperante, agravado por su alcoholismo no tratado, solamente asistido
por los vecinos y su sobrino Carlos Fernando Gauna.
El
famoso Delegado
Una vecina solicitó
al Delegado de la Municipalidad de Puerto Vilelas, Gustavo “Keinchi” Barnes,
que proveyera de algunas chapas para
levantar el rancho de don Florentino.
Este peculiar delegado, según el testimonio que recibió el Centro Mandela, se negó y había expresado que “esperen las
próximas elecciones”. Según los vecinos,
hasta hace pocos días Barnes traía al Paraje una cuadrilla de personas con
material para terminar la construcción de su vivienda. También relataron que
reciben ayuda solamente aquellos pocos vecinos con los que tiene buenas
relaciones, dejando a la mayoría de la comunidad sin asistencia.
En Isla Soto viven
62 familias. Sus viviendas se concentran en la
orilla del Riacho. La mayoría viven de la pesca, o sea que actualmente
atraviesan una fuerte crisis en sus economías porque desde el 2 de noviembre
está vigente la veda de la pesca
comercial.
Quienes perdieron
sus casas durante el último temporal con fuertes vientos no tienen lugares para
reconstruir sus viviendas. La rápida y fuerte crecida del Río Paraná y del
riacho Soto hizo que se perdiera tierras
de la orilla. Las familias deben retroceder, pero quedaron
encerradas en un pequeño espacio por el
avance de los alambres perimetrales de
los campos de los grandes ganaderos del lugar. Varios integrantes de las
familias antiguas debieron emigrar por
falta de espacio y en búsqueda de
trabajo, educación y asistencia sanitaria.
Escuela,
puesto sanitario en crisis y agua
A la Escuela 797 asisten aproximadamente 40 alumnos,
incluyendo Jardín de Infantes y adultos. Los testimonios recibidos, que no
fueron unánimes, señalan que es de muy baja calidad la enseñanza que se brinda y que los chicos pasan de grado sin
haber aprendido lo que corresponde a cada nivel educativo. No aprenden a
leer y tienen dificultades en matemáticas y en otras materias. La comprobación más
concreta estuvo relacionado con niños que quieren hacer catecismo y que se encuentran con la dificultad de que
no saben leer.
En el Soto
formalmente no existe un puesto
sanitario o una sala de primeros auxilios. Esto constituye una gran deuda del
Estado. La comunidad siquiera cuenta con la asistencia de un enfermero. Carecen
de medicamentos. Cada mes visita el lugar un médico, aunque no siempre. Cuando
las familias reclaman, a veces reciben asistencia sanitaria. Se sienten
abandonados porque en definitiva no cuentan
con cobertura sanitaria. El Centro de Salud de Puerto Vilelas se reduce
a atender a los enfermos que llegan desde los distintos parajes.
Tal cual ocurre en
el Paraje Tacuaní y con las familias que viven en las costas de los riachos y
del Río Paraná, la inmensa mayoría inscriben los nacimientos en las localidades
o ciudades de la provincia de Corrientes porque los partos se producen en
Empedrado o en Derqui.
Reconocieron los
pobladores que el servicio que funciona bien es el de suministro de agua para consumo humano, a cargo del APA.
La
clausura de Isla Soto
El paraje Isla Soto
está ubicado a 45 kilómetros de Puerto Vilelas, de cuyo municipio depende,
frente a la localidad correntina de Derqui. La comunidad vive en situación de
clausura porque los ganaderos se apropiaron de las tierras fiscales con la complacencia del Instituto de
Colonización, que fue entregando las mejores tierras a tales productores, que alambraron y encerraron a la comunidad, que terminó
cercada entre alambres y la costa del riacho Soto y del Paraná, en una
pequeña franja de tierra de 300 metros.
Antes vivían a
campo abierto, o sea sin alambrados, lo que permitía mejor vida y
abastecimiento. Las condiciones cambiaron desde 1997, cuando los ganaderos
comenzaron a alambrar las tierras
fiscales. En 1999 el Instituto de Colonización
resolvió adjudicar 120 hectáreas de tierras públicas donde se asentó la
comunidad rural de Isla Soto. Los pobladores nunca lograron la titularidad
comunitaria de estas tierras. Gradualmente fueron perdiendo espacio por el
avance imparable de alambres y
tranqueras de los ganaderos, que terminaron por cercar a la comunidad.
“Centro
Mandela DD. HH.”
CENM
Centro de
Estudios e Investigación
Social
Van imágenes en archivo adjunto y la nota se encuentra publicada en el siguiente link: http://www.centromandela.com/? p=21228
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