Carlos
era trabajador callejero, como tantos argentinos que buscan ganarse la vida de
alguna manera, a costa de sortear su destino a manos de aquellos que corrompen
la integridad social y son funcionales a
las estructuras del poder. Uno de los flagelos mas representativos de los
tiempos que corren dejó en el camino a una familia destruida.
Por Emanuel N. Soverchia
Carlos (20)
residía en Cañada de Gómez, pero últimamente frecuentaba la ciudad de Rosario
por trabajo y familiares; se desempeñaba
como vendedor ambulante en la peatonal y las colectividades de la mencionada
localidad; muchas veces era acompañado por su padre Ricardo (47) que hoy en día
no puede trabajar por razones de salud; él como tantos otros cañadenses tomó la
decisión de realizar sus labor en otra ciudad puesto que la suya no prometía
una salida. Jamás imaginó que su adicción lo llevaría a terminar con su vida
tan prematuramente.
La madrugada de
la tragedia el joven culmina su jornada laboral y se prepara para tomar el
urbano acompañado por un amigo con rumbo al sitio (Barrio rosarino de La Tablada ) en busca de una
dosis para consumir; en el lugar lo reciben con un disparo de arma de fuego que
impacta en su tórax y cae al suelo
produciéndose su muerte.
“Yo no voy a
negar que mi hijo sufría de adicción a las drogas, pero no tenía antecedentes penales como se dijo en
otros medios” – comenta a El Informe, con los ojos humedecidos por las
lágrimas, Eva (37) madre de Carlos.
“Solo cuenta
con una denuncia de una fuga de hogar y una pelea callejera” – continua Eva.
Cerca de
la hora 2 de la madrugada se produjo el
hecho y el cuerpo del chico yacía en la calle, al cual le habían robado las
zapatillas y la ropa. Media hora más tarde, los padres reciben un llamado
avisándoles sobre lo ocurrido y desde ese momento comenzaron a buscarlo. Concurrieron al Hospital Clemente Álvarez de
Rosario y los derivaron a la
Seccional 16 donde se le comunicó la desventurada noticia.
Ricardo debió reconocer a su hijo en la morgue.
“Quiero dejar
en claro que hay deambulando una foto en un periódico que muestra a un chico
abatido en el suelo, lo afirmo por su vestimenta, ese chico no era Carlos”.
Argumenta Ricardo a nuestro periódico.
“No contábamos
siquiera con dinero para poder traerlo a Cañada de Gómez, las autoridades nos
aportaron su ayuda” comenta Eva.
“Pido a toda la
sociedad cañadense que por favor tomemos conciencia en conjunto para que esto
que me pasó a mi no vuelva a ocurrir, que no haya otro Carlos en nuestra ciudad”
La causa está en tribunales a disposición de
la justicia rosarina, Carlos fue velado en la ciudad donde pasó sus últimos
días; acompañado por muchísima gente que lo quería: compañeros, amigos y
familiares. Era padre de un niñita de 1 año y un trabajador común; su muerte es
otra huella en la memoria de la opinión pública para comenzar a tomar
conciencia y proteger a nuestros hijos de uno de los más duros flagelos del
Sistema Social.
Fuente: Periódico El Informe de la Ciudad - Cañada de Gómez
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