En el mes de noviembre de 2017, con tan solo 28 meses de vida, debido a la pérdida de peso y la deshidratación que se manifestó asociada a un cuadro de vómitos severos, Ludmila Abigail Terreno debió ser asistida por médicos de la zona cercana a su pueblo natal, Bernardo de Irigoyen, situado a 100 kilómetros de la Capital santafesina.
Por Facundo Viola
Periodista
El periplo por
los centros sanitarios comenzó en el S.A.M.CO de Barrancas, donde quedó
consignada por escrito la exposición a
los agrotóxicos que padece la niña y terminó en el Hospital de Niños de
Santa Fe, Dr. Alassia. En este nosocomio, tras varios estudios que evidenciaban
una afectación importante en la salud, los médicos que la atendieron, dijeron a
su familia que estaba “contaminada por glifosato”, según contó su abuela
Mariela Marioni. La niña en esa ocasión quedó internada por varias semanas.
El
hogar de la familia Terreno linda con un galpón, de la firma José Pagliaricci,
que funciona como depósito y lavadero de máquinas fumigadoras. Allí los vecinos
observan frecuentes movimientos de envases de agrotóxicos y denuncian que se
almacena “tanto glifosato como Round Up”, algo prohibido en las zonas
urbanas santafesinas por normativas que nadie se esfuerza en hacer cumplir.
La
pequeña Ludmila pelea por recuperarse y sus familiares por alejar los venenos
de la vivienda. A pesar de numerosos reclamos realizados ante el Gobierno
comunal, a cargo de Rubén Ramírez, y de que hace catorce meses se tramita una
causa penal en la oficina del fiscal del MPA con asiento en la ciudad de
Coronda, Jorge Nessier, nada cambió. Hasta el mes de abril de 2019 los
“mosquitos” fumigadores siguieron entrando y saliendo del galpón vecino a la casa
de la niña afectada con absoluta impunidad; además, los bidones de químicos
biocidas continuaron a la vista de todos, poniendo en serio riesgo la salud incluso
de los demás habitantes de la zona.
Fue
entonces que el 18 de abril pasado la niña tuvo que ser nuevamente asistida por
médicos debido a que experimentó una recaída en su debilitado estado de salud
tras sucesivos episodios de exposición a productos agroquímicos en su propia
vivienda, por lo que otra vez fue derivada al Hospital de Niños de la Capital
provincial. Luego de una breve internación recibió el alta y regresó a su
hogar.
La
secuencia de recaídas continuó jueves 26 del mismo mes, entonces la volvieron a
traer al mismo centro de salud infantil con dolores abdominales, de cabeza y
vómitos, tras un breve chequeo los médicos se negaron a realizarle análisis de
sangre tal como lo requirieron sus tutores, los profesionales tampoco
accedieron a dejarla internada en observación. Esa lluviosa noche, Ludmila junto
a su padre Waldo, la abuela y la tía, viajaron de regreso a la absoluta
vulnerabilidad que les genera la cercanía con las maquinarias y los productos
para fumigaciones agrícolas en el pueblo natal.
Ante la posibilidad cierta de que los daños
ocasionados sean cada vez más graves hasta el punto de ser irreversibles, la
agrupación de “Vecinos Fumigados de la provincia de Santa Fe”, junto a
familiares de la pequeña afectada, decidieron organizar a una conferencia de
prensa en la puerta del Hospital Allassia el viernes 26 de abril para visualizar
una situación que se constituye como una gravísima lesión a los derechos más
elementales: a la vida, a la salud, al desarrollo y a disfrutar de un ambiente
sano, consagrados en la Convención Internacional de los Derechos de los Niños
–UNICEF- y la Constitución Nacional. La
misma mañana, luego de la convocatoria que atrajo la atención de numerosos
medios de comunicación de la región, el acompañamiento de los “Vecinos
Fumigados” incluyó presentaciones administrativas en el nosocomio mencionado y
la intermediación ante la Defensoría General de la Provincia.
Hasta
el momento la familia Terreno no pudo lograr que el sistema de salud provincial
les informe por escrito un diagnóstico certero del estado de la niña, tampoco que
se expida de forma detallada acerca de cuáles son los factores que le producen
el delicado cuadro, menos aún qué incidencia tienen los venenos que provienen
del galpón cercano a su casa. Se espera
que el Hospital de Niños proporcione esa información en el transcurso de
esta semana, tras haberse cumplimentado los pasos administrativos
correspondientes.
En los primeros días del mes de
mayo tomó contacto con la causa el Defensor General No. 5, de turno, Dr. Jorge
Ursini. Por estas horas la familia
Terreno está viajando en forma reiterada hacia los Tribunales santafesinos a
aportar las pruebas necesarias para que se soliciten medidas efectivas de
resguardo.
El caso
de Ludmila no es único ni aislado, sino que como caso testigo la situación se
repite con más o menos gravedad en cientos y hasta miles de niños en toda la
provincia. Es de conocimiento público el caso de Zoe Giraudo, la niña de dos
años que padece cáncer en la ciudad Sastre y que a pesar de haber realizado
fuertes acciones judiciales, los vecinos de la zona no lograron generar medidas
de amparo. Menos difundido es lo que le sucede a Ilka en Arroyo Leyes, que con
sus seis años de vida está expuesta a fumigaciones casi cotidianas frente a un
campo de frutillas, padeciendo constantes afecciones respiratorias y de la
piel. Solo para citar otro caso dramático, podemos hacer alusión a lo que pasó
con Abigail Córdoba, de nueve años de edad, en la localidad de Piamonte, donde un
juez le otorgó una medida cautelar que la resguarda 800 metros de las
fumigaciones, pero en el transcurso del juicio llevado a cabo, se comprobó que
tiene daño genético, una situación irreversible que compromete incluso la salud
de su descendencia. Parece que las muy pocas veces que llega la Justicia, llega
tarde, cuando el daño ya está consumado.
Sabemos
que los niños son “población más
vulnerable” frente a los agrotóxicos.
Solo en nuestra provincia existen más de 700 escuelas en situación de
exposición directa a las fumigaciones, mientras que la misma realidad se
manifiesta con numerosos menores expuestos a los químicos agrícolas en sus
casas y en la vía pública. No hay excusas para abandonar el uso de biocidas
sintéticos, sabemos también que otra forma de producir alimentos es necesaria y
posible. La agroecología permite diseñar sistemas productivos respetuosos del
ambiente, culturalmente sensibles, socialmente justos y económicamente viables.
Generar la demanda social ante el poder político es imprescindible y tarea de
todos. Llegó la hora de detener el ecocidio, antes de que sea muy tarde.
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