miércoles, 5 de junio de 2019

Los niños fumigados de Santa Fe: El Caso de la niña Ludmila Terreno

En el mes de noviembre de 2017, con tan solo 28 meses de vida, debido a la pérdida de peso y la deshidratación que se manifestó  asociada a un cuadro de vómitos severos, Ludmila Abigail Terreno debió ser asistida por médicos de la zona cercana a su pueblo natal, Bernardo de Irigoyen, situado a 100 kilómetros de la Capital santafesina

Por Facundo Viola
Periodista


El periplo por los centros sanitarios comenzó en el S.A.M.CO de Barrancas, donde quedó consignada por escrito la exposición a los agrotóxicos que padece la niña y terminó en el Hospital de Niños de Santa Fe, Dr. Alassia. En este nosocomio, tras varios estudios que evidenciaban una afectación importante en la salud, los médicos que la atendieron, dijeron a su familia que estaba “contaminada por glifosato”, según contó su abuela Mariela Marioni. La niña en esa ocasión quedó internada por varias semanas.

El hogar de la familia Terreno linda con un galpón, de la firma José Pagliaricci, que funciona como depósito y lavadero de máquinas fumigadoras. Allí los vecinos observan frecuentes movimientos de envases de agrotóxicos y denuncian que se almacena “tanto glifosato como Round Up”, algo prohibido en las zonas urbanas santafesinas por normativas que nadie se esfuerza en hacer cumplir.
La pequeña Ludmila pelea por recuperarse y sus familiares por alejar los venenos de la vivienda. A pesar de numerosos reclamos realizados ante el Gobierno comunal, a cargo de Rubén Ramírez, y de que hace catorce meses se tramita una causa penal en la oficina del fiscal del MPA con asiento en la ciudad de Coronda, Jorge Nessier, nada cambió. Hasta el mes de abril de 2019 los “mosquitos” fumigadores siguieron entrando y saliendo del galpón vecino a la casa de la niña afectada con absoluta impunidad; además, los bidones de químicos biocidas continuaron a la vista de todos, poniendo en serio riesgo la salud incluso de los demás habitantes de la zona.

Fue entonces que el 18 de abril pasado la niña tuvo que ser nuevamente asistida por médicos debido a que experimentó una recaída en su debilitado estado de salud tras sucesivos episodios de exposición a productos agroquímicos en su propia vivienda, por lo que otra vez fue derivada al Hospital de Niños de la Capital provincial. Luego de una breve internación recibió el alta y regresó a su hogar.
La secuencia de recaídas continuó jueves 26 del mismo mes, entonces la volvieron a traer al mismo centro de salud infantil con dolores abdominales, de cabeza y vómitos, tras un breve chequeo los médicos se negaron a realizarle análisis de sangre tal como lo requirieron sus tutores, los profesionales tampoco accedieron a dejarla internada en observación. Esa lluviosa noche, Ludmila junto a su padre Waldo, la abuela y la tía, viajaron de regreso a la absoluta vulnerabilidad que les genera la cercanía con las maquinarias y los productos para fumigaciones agrícolas en el pueblo natal.
 Ante la posibilidad cierta de que los daños ocasionados sean cada vez más graves hasta el punto de ser irreversibles, la agrupación de “Vecinos Fumigados de la provincia de Santa Fe”, junto a familiares de la pequeña afectada, decidieron organizar a una conferencia de prensa en la puerta del Hospital Allassia el viernes 26 de abril para visualizar una situación que se constituye como una gravísima lesión a los derechos más elementales: a la vida, a la salud, al desarrollo y a disfrutar de un ambiente sano, consagrados en la Convención Internacional de los Derechos de los Niños –UNICEF- y la Constitución Nacional.  La misma mañana, luego de la convocatoria que atrajo la atención de numerosos medios de comunicación de la región, el acompañamiento de los “Vecinos Fumigados” incluyó presentaciones administrativas en el nosocomio mencionado y la intermediación ante la Defensoría General de la Provincia.

Hasta el momento la familia Terreno no pudo lograr que el sistema de salud provincial les informe por escrito un diagnóstico certero del estado de la niña, tampoco que se expida de forma detallada acerca de cuáles son los factores que le producen el delicado cuadro, menos aún qué incidencia tienen los venenos que provienen del galpón cercano a su casa. Se espera  que el Hospital de Niños proporcione esa información en el transcurso de esta semana, tras haberse cumplimentado los pasos administrativos correspondientes.

En los primeros días del mes de mayo tomó contacto con la causa el Defensor General No. 5, de turno, Dr. Jorge Ursini. Por  estas horas la familia Terreno está viajando en forma reiterada hacia los Tribunales santafesinos a aportar las pruebas necesarias para que se soliciten medidas efectivas de resguardo.

El caso de Ludmila no es único ni aislado, sino que como caso testigo la situación se repite con más o menos gravedad en cientos y hasta miles de niños en toda la provincia. Es de conocimiento público el caso de Zoe Giraudo, la niña de dos años que padece cáncer en la ciudad Sastre y que a pesar de haber realizado fuertes acciones judiciales, los vecinos de la zona no lograron generar medidas de amparo. Menos difundido es lo que le sucede a Ilka en Arroyo Leyes, que con sus seis años de vida está expuesta a fumigaciones casi cotidianas frente a un campo de frutillas, padeciendo constantes afecciones respiratorias y de la piel. Solo para citar otro caso dramático, podemos hacer alusión a lo que pasó con Abigail Córdoba, de nueve años de edad, en la localidad de Piamonte, donde un juez le otorgó una medida cautelar que la resguarda 800 metros de las fumigaciones, pero en el transcurso del juicio llevado a cabo, se comprobó que tiene daño genético, una situación irreversible que compromete incluso la salud de su descendencia. Parece que las muy pocas veces que llega la Justicia, llega tarde, cuando el daño ya está consumado.

Sabemos que los niños son “población más vulnerable” frente a los agrotóxicos.  Solo en nuestra provincia existen más de 700 escuelas en situación de exposición directa a las fumigaciones, mientras que la misma realidad se manifiesta con numerosos menores expuestos a los químicos agrícolas en sus casas y en la vía pública. No hay excusas para abandonar el uso de biocidas sintéticos, sabemos también que otra forma de producir alimentos es necesaria y posible. La agroecología permite diseñar sistemas productivos respetuosos del ambiente, culturalmente sensibles, socialmente justos y económicamente viables. Generar la demanda social ante el poder político es imprescindible y tarea de todos. Llegó la hora de detener el ecocidio, antes de que sea muy tarde.

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