ENTRE EL LECTOR Y YO… Un día cualquiera tu vida cambia por
completo. Cuando menos lo esperas, un estudio médico te dice que hoy más que
nunca vas a tener las fuerzas de superarlo todo. El miedo te abraza tan fuerte
que te cegás por completo, mientras caminas con el papel en la mano e
intentando llamar a la primera persona
que necesitas ese abrazo.
Por Romina Marinelli
El miedo a morir, la intriga de cómo va a seguir tu vida,
tantas cosas que pasan por tu cabeza, un día cualquiera, un día común que solo
fuiste a hacerte un examen médico de rutina. Perdés el control para así dejarlo
en manos de los médicos, que decidan el tratamiento a seguir.
No bajas los brazos y te apoyas en todas esas personas que
nunca te van a abandonar. Cambias tu forma de ver la vida, caminas lento, bajas
los cambios a fondo para así emprender el largo desafío, que me llevo dos años.
Aunque no siempre se supera, los miedos no se van, pero sí sé que soy una
privilegiada y que la vida me dio una segunda oportunidad.
Pasar horas en un sillón, adormecida por las drogas y
algunas veces con nauseas, saber que cada vez que salía de esa sala tenía unos
días bastantes complicados para recuperar las fuerzas. El pelo empezó a caer,
decidí raparme para que el proceso de aceptación sea rápido. Siempre fui una
persona bastante superficial y aunque muchos me decían que era lo de menos, les
puedo asegurar que no es así. Es una mezcla de muchos sentimientos, estas más
sensible de lo habitual. El cambio de humor es constante, sentís vergüenza de
salir a la calle por miedo a que las personas te miren raro por llevar un
pañuelo o gorro en la cabeza. No sé en qué momento mi carácter cambio tanto,
antes no me hubiese importado lo que piensen los demás, definitivamente cambio
mi persona.
Pasamos por situaciones diferentes en la vida, y por eso
tenemos que estar preparados para los golpes que nos da. No deprimirse es la
clave fundamental, rodearse de las personas que te aprecian y te sacan las
carcajadas que necesitas. La persona que te acompañe al almacén sin importarle
tu apariencia, la que te cocina y te acaricia en los momentos tristes. La que
te aguanta las peores locuras cuando estallas. Lee, escribí, trabaja en los
momentos que te sientas mejor, mimate, salí a tomar mates a una plaza, o un
café en un bar. Rodéate de gente divertida, valora lo que tenés, mira a tu
alrededor y sentí la vida como te pega en la cara y es tan linda como para
rendirse por un tropezón. Parate y seguí. Tenía mis días tristes, como los
tengo ahora, como muchas personas lo tienen, pero siempre pongo todas mis
fuerzas para sentirme bien y pensar que son tonterías las cosas que pensamos
aveces. Aprovecho mi tiempo trabajando, leyendo, pintando, estudiando. Que el
tiempo que dure el tratamiento no lo utilices para estar en una cama
sintiéndote mal, ni sintiéndote víctima por algo que vas a superar, porque la
vida te pone a prueba justamente con esos golpes, para que mejores día a día.
Si tenés cosas que te comprimen por dentro tratalas, habla con quien te sientas
en confianza y no dejes nada adentro. Cura tus heridas porque estas a tiempo,
estas viva. Anda al médico, controlate, querete. Una mamografía a tiempo puede
salvarte. Un día cualquiera puede ser una nueva oportunidad.
Agradezco el espacio para poder contar parte de mi historia
y aconsejarles a todas esas mujeres que muchas veces dejan pasar para mañana lo
que pueden arreglar hoy. Espero les haya gustado leerme y darles algo de alivio
si lo necesitan. La vida sigue y esta buenísima.
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